Cuando la persona pierde a un ser querido, habitualmente su mundo se desmorona. Surgen una diversidad de emociones y sentimientos: rabia, impotencia, tristeza, incomprensión e indignación ante la situación traumática en sí misma. En el proceso terapéutico se elaboran todos esos sentimientos, con la finalidad que la persona pueda asumir progresivamente esta situación a través de las diferentes fases de duelo (E. Kübler-Ross). Según esa autora, tanto los enfermos que se encuentran en el proceso paliativo como los mismos familiares, este trabajo de elaboración del duelo implica 5 etapas: negación, rebelión, negociación, depresión, y finalmente: la aceptación.
Personalmente, desde joven he seguido todos los trabajos realizados por esta psiquiatra suiza: E. Kübler-Ross, ante el acompañamiento personal que hizo al pie de la cama de muchas personas con enfermedad terminal, y también de sus familiares. A partir de estos estudios, yo los he ido aplicando en el ámbito público y privado, a las personas concretas que me han pedido ese tipo de ayuda terapéutica.
En ese sentido el terapeuta realiza un acompañamiento emocional en que la persona acepte lentamente ese dolor y sufrimiento. Por otro lado, la familia en muchas ocasiones no ha podido despedirse de forma consciente del ser querido; o bien se mantienen conflictos no resueltos, temas pendientes en la relación, que ante la misma pérdida puede provocar mayor alteración en el estado emocional del familiar.
En el trabajo que realizo, procuro conocer de forma concreta el tipo de relación que se había establecido con el ser querido. La historia singular que el mismo familiar necesite expresar, y de ese modo facilitar emocionalmente y de forma específica, la elaboración de esta pérdida. En definitiva, éste finalmente tiene que conseguir despedirse de manera agradable de esa persona, aceptando ese dolor de su pérdida como un paso más, revirtiendo el dolor en aprendizajes positivos, fomentando la habilidad de la Resiliencia.
Y aunque en ocasiones parece muy complicado conseguir ese objetivo, sí que se puede realizar, aunque la persona tiene que ir superando estas fases, y cada una a su ritmo. No existe una forma igual para todos/as en el proceso. Depende mucho de cada persona, sus variables específicas, su historia, y la relación concreta con el ser querido.
Algunos familiares en ocasiones me preguntan:
-“¿me voy a olvidar de mi ser querido?”. Y la respuesta es que “no”.
La esencia de los recuerdos de la persona permanecen intactos en la mente emocional del familiar, facilitando una aceptación más llevadera; y en consecuencia, el dolor y sufrimientos van disminuyendo, integrándolos en ese estado final de aceptación.
Finalmente pues, considero que entre los aspectos más importantes, es conseguir que la persona en su interior, conserve de su ser querido y de forma significativa, aquellas experiencias y gratos recuerdos, que sólo pueden comprender ambas partes. Es entonces cuando el familiar establece una mayor estabilidad emocional, en que predomina más sentimientos de aceptación, de paz y serenidad consigo mismo/a, y en relación a su ser querido.